Cuando la estética invade la niñez Autoestima, redes sociales y el peso de verse perfectas

Cuando la estética invade la niñez Autoestima, redes sociales y el peso de verse perfectas

Cuando la estética invade la niñez

Autoestima, redes sociales y el peso de verse perfectas

Cada vez recibo más niñas y adolescentes que llegan a consulta cargando una

preocupación que antes parecía reservada a los adultos: la estética facial.

Lo que en algún momento era “jugar a ser grande” (probarse maquillaje o usar los zapatos

de mamá) hoy se está transformado en una obsesión por mejorar la imagen, incluso para

situaciones simples y cotidianas como ir a la escuela o compartir con amigos.

Las redes sociales, y en particular el fenómeno de las influencers niñas, han instalado un

ideal de belleza que se muestra accesible, necesario y urgente: piel perfecta, cejas

delineadas, pestañas infinitas y pelo lacio y brillante.

Hace un tiempo, una paciente de 13 años me decía, con los ojos llenos de vergüenza, que

no se animaba a encontrarse con el chico que le gustaba porque él solo la conocía a través

de fotos con filtro. Estaba convencida de que, viéndola tal como es, se iba a decepcionar.

Otra adolescente de 12 años invierte más de una hora cada mañana para maquillarse antes

de ir al colegio: corrector, rímel, base, iluminador y sin su perfume de marca, no va.

Las caras, aún de niñas, se viven como una amenaza si no están maquilladas y en los

campamentos, muchas llevan su planchita de pelo y kit de maquillaje y skincare.

Invirtiendo horas de sueño y juego para no mostrarse “desarregladas”

.

Lamentablemente esto está sucediendo a nivel mundial, siendo una gran motivo de

estudios, campañas y preocupación sanitaria.

Los datos dan cuenta que cerca de la mitad de jóvenes manifiesta sentirse insatisfecha con

su cuerpo de forma constante y se ve que muchos adolescentes evitan ir al colegio o hacer

actividades sociales simplemente por cómo se ven.

Cuando una niña siente que su valor depende de cómo se ve, estamos frente a algo mucho

más serio que un tema estético.

La infancia y la preadolescencia son momentos clave para el desarrollo psíquico en donde

comienzan a formar la identidad, la autopercepción y la seguridad interna.En esta etapa, los niños deberían estar explorando quiénes son, qué les gusta, qué los hace

únicos.

Desde una perspectiva psicológica, es fundamental comprender que la imagen corporal no

es un tema superficial, sino un componente fundamental en la construcción del yo.

Cuando el cuerpo se convierte en objeto de corrección desde edades tempranas, Cuando la

imagen externa se vuelve más importante que el mundo interno, el daño no es solo

emocional, es estructural.

La autoestima se edifica sobre bases externas, frágiles y condicionadas por la aprobación

del otro, se rompe la confianza en uno mismo, se instala la vergüenza y aparece una

creencia de “así como soy, no alcanza”

.

Las consecuencias no siempre son visibles en el momento, pero sí son profundas, niños que

comienzan a manifestar inseguridad, a evitar situaciones sociales por miedo a mostrarse

natural, autoestima que se forma desde la comparación constante, aparición de síntomas

como ansiedad, retraimiento, insomnio, trastornos alimentarios o una autoexigencia

extrema.

Y algo aún más sutil como la desconexión con su propio cuerpo, en donde empiezan a ver

su imagen como corregible.

Por eso, es urgente que padres, educadores, profesionales de la salud, intervengamos con

una mirada preventiva y psicoeducativa, promoviendo espacios donde el valor personal no

esté atado a la apariencia.

Tenemos la responsabilidad de generar conciencia y promover acciones, por pequeñas que

parezcan, que pueden marcar la diferencia.

cuestionar los discursos de belleza que transmitimos, validar lo que hay más allá de lo

visible, hablar del tema, y estar atentos a señales que pueden derivar en cuadros de mayor

gravedad.

La niñez necesita contención, validación emocional y entornos donde el cuerpo sea vivido

como un lugar seguro, no como un producto a mejorar.Porque proteger el desarrollo psíquico de los niños es también garantizar su derecho a

construirse desde la autenticidad.

Ningún corrector tapa la inseguridad, la mejor manera es trabajar en el amor propio.

Las infancias merecen rodillas raspadas, granitos sin tapar y fotos sin filtros, merecen

libertad para descubrirse, para mostrarse, para gustarse sin necesidad de corregirse.

El mejor gesto de amor que podemos tener como adultos es enseñarles que valen por lo

que son, no por cómo se ven. Porque lo que más brilla en un niño o una niña no es su piel,

es su autenticidad.

Lic. psicología Agustina Pérez Gomar

Ing: @agustinaperezgomar

www.agustinaperezgomar.com

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